viernes, 27 de mayo de 2011

Hora de despertar, por A. Muñoz Molina

He pensado desde hace muchos años, y lo he escrito de vez en cuando, que España vivía en un estado de irrealidad parcial, incluso de delirio, sobre todo en la esfera pública, pero no solo en ella. Un delirio inducido por la clase política, alimentado por los medios, consentido por la ciudadanía, que aceptaba sin mucha dificultad la irrelevancia a cambio del halago, casi siempre de tipo identitario o festivo, o una mezcla de los dos. La broma empezó en los ochenta, cuando de la noche a la mañana nos hicimos modernos y amnésicos y el gobierno nos decía que España estaba de moda en el mundo, y Tierno Galván -¡Tierno Galván!- empezó la demagogia del político campechano y majete proclamando en las fiestas de San Isidro de Madrid aquello de “¡ El que no esté colocao que se coloque, y al loro!” Tierno Galván, que miró sonriente para otro lado, siendo alcalde, cuando un concejal le trajo pruebas de los primeros indicios de la infección que no ha dejado de agravarse con los años, la corrupción municipal que volvía cómplices a empresarios y a políticos.
Por un azar de la vida me encontré en la Expo de Sevilla en 1992 la noche de su clausura: en una terraza de no sé qué pabellón, entre una multitud de políticos y prebostes de diversa índole que comían gratis jamón de pata negra mientras estallaban en el horizonte los fuegos artificiales de la clausura. Era un símbolo tan demasiado evidente que ni siquiera servía para hacer literatura. Era la época de los grandes acontecimientos y no de los pequeños logros diarios, del despliegue obsceno de lujo y no de administración austera y rigurosa, de entusiasmo obligatorio. Llevar la contraria te convertía en algo peor que un reaccionario: en un malasombra. En esos años yo escribía una columna semanal en El País de Andalucía, cuando lo dirigía mi querida Soledad Gallego, a quien tuve la alegría grande de encontrar en Buenos Aires la semana pasada. Escribía denunciando el folklorismo obligatorio, el narcisismo de la identidad, el abandono de la enseñanza pública, el disparate de un televisión pagada con el dinero de todos en la que aparecían con frecuencia adivinos y brujas, la manía de los grandes gestos, las inauguraciones, las conmemoraciones, el despilfarro en lo superfluo y la mezquindad en lo necesario. Recuerdo un artículo en el que ironizaba sobre un curso de espíritu rociero para maestros que organizó ese año la Junta de Andalucía: hubo quien escribió al periódico llamándome traidor a mi tierra; hubo una carta colectiva de no sé cuantos ofendidos por mi artículo, entre ellos, por cierto, un obispo. Recuerdo un concejal que me acusaba de “criminalizar a los jóvenes” por sugerir que tal vez el fomento del alcoholismo colectivo no debiera estar entre las prioridades de una institución pública, después de una fiesta de la Cruz en Granada que duró más de una semana y que dejó media ciudad anegada en basuras.
El orgullo vacuo del ser ha dejado en segundo plano la dificultad y la satisfacción del hacer. Es algo que viene de antiguo, concretamente de la época de la Contrarreforma, cuando lo importante en la España inquisitorial consistía en mostrar que se era algo, a machamartillo, sin mezcla, sin sombra de duda; mostrar, sobre todo, que no se era: que no se era judío, o morisco, o hereje. Que esa obcecación en la pureza de sangre convertida en identidad colectiva haya sido la base de una gran parte de los discursos políticos ha sido para mí una de las grandes sorpresas de la democracia en España. Ser andaluz, ser vasco, ser canario, ser de donde sea, ser lo que sea, de nacimiento, para siempre, sin fisuras: ser de izquierdas, ser de derechas, ser católico, ser del Madrid, ser gay, ser de la cofradía de la Macarena, ser machote, ser joven. La omipresencia del ser cortocircuita de antemano cualquier debate: me critiacan no porque soy corrupto, sino porque soy valenciano; si dices algo en contra de mí no es porque tengas argumentos, sino porque eres de izquierdas, o porque eres de derechas, o porque eres de fuera; quien denuncia el maltrato de un animal en una fiesta bárbara está ofendiendo a los extremeños, o a los de Zamora,o de donde sea; si te parece mal que el gobierno de Galicia gaste no sé cuántos miles de millones de euros en un edificio faraónico es que eres un rojo; si te escandalizas de que España gaste más de 20 millones de euros en la célebre cúpula de Barceló en Ginebra es que eres de derechas, o que estás en contra del arte moderno; si te alarman los informes reiterados sobre el fracaso escolar en España es que tiene nostalgia de la educación franquista.
He visto a alcaldes y a autoridades autonómicas españolas de todos los colores tirar cantidades inmensas de dinero público viniendo a Nueva York en presuntos viajes promocionales que solo tienen eco en los informativos de sus comarcas, municipios o comunidades respectivas, ya que en el séquito suelen o solían venir periodistas, jefes de prensa, hasta sindicalistas. Los he visto alquilar uno de los salones más caros del Waldorf Astoria para “presentar” un premio de poesía. Presentar no se sabe a quién, porque entre el público solo estaban ellos, sus familiares más próximos y unos cuantos españoles de los que viven aquí. Cuando era director del Cervantes el jefe de protocolo de un jerarca autonómico me llamó para exigirme que saliera a recibir a su señoría a la puerta del edificio cuando él llegara en el coche oficial. Preferí esperarlo en el patio, que se estaba más fresco. Entró rodeado por un séquito que atascaba los pasillos del centro y cuando yo empezaba a explicarle algo tuvo a bien ponerse a hablar por el móvil y dejarnos a todos, al séquito y a mí, esperando durante varios minutos. “Era Plácido”, dijo, “que viene a sumarse a nuestro proyecto”. El proyecto en cuestión calculo que tardará un siglo en terminar de pagarse.
Lo que yo me preguntaba, y lo que preguntaba cada vez que veía a un economista, era cómo un país de mediana importancia podía permitirse tantos lujos. Y me preguntaba y me pregunto por qué la ciudadanía ha aceptado con tanta indiferencia tantos abusos, durante tanto tiempo. Por eso creo que el despertar forzoso al que parece que al fin estamos llegando ha de tener una parte de rebeldía práctica y otra de autocrítica. Rebeldía práctica para ponernos de acuerdo en hacer juntos un cierto número de cosas y no solo para enfatizar lo que ya somos, o lo que nos han dicho o imaginamos que somos: que haya listas abiertas y limitación de mandatos, que la administración sea austera, profesional y transparente, que se prescinda de lo superfluo para salvar lo imprescindible en los tiempos que vienen, que se debata con claridad el modelo educativo y el modelo productivo que nuestro país necesita para ser viable y para ser justo, que las mejoras graduales y en profundidad surgidas del consenso democrático estén siempre por encima de los gestos enfáticos, de los centenarios y los monumentos firmados por vedettes internacionales de la arquitectura.
Y autocrítica, insisto, para no ceder más al halago, para reflexionar sobre lo que cada uno puede hacer en su propio ámbito y quizás no hace con el empeño con que debiera: el profesor enseñar, el estudiante estudiar haciéndose responsable del privilegio que es la educación pública, el tan solo un poco enfermo no presentarse en urgencias, el periodista comprobando un dato o un nombre por segunda vez antes de escribirlos, el padre o la madre responsabilizándose de los buenos modales de su hijo, cada uno a lo suyo, en lo suyo, por fin ciudadanos y adultos, no adolescentes perpetuos, entre el letargo y la queja, miembros de una comunidad política sólida y abierta y no de una tribu ancestral: ciudadanos justos y benéficos, como decía tan cándidamente, tan conmovedoramente, la Constitución de 1812, trabajadores de todas clases, como decía la de 1931.
Lo más raro es que el espejismo haya durado tanto.

jueves, 26 de mayo de 2011

La industria editorial alemana fomenta el libro electrónico

La cuota de mercado llega al 5% gracias al fácil proceso de compra y sus precios competitivos

Alemania es el país europeo junto con Reino Unido en el que más ha despuntado el negocio digital. Según los datos que se hicieron públicos en la Feria del Libro de Londres, celebrada el pasado mes de abril, el ebook copa el 5% de cuota de mercado. En España, todavía no llegamos al 3% (último dato ofrecido por los editores españoles).
Los motivos que certifican la integración del libro electrónico se basan en razones históricas y en una mejor comprensión del futuro de la industria editorial. Alemania fue el país europeo en el que antes triunfó el audiolibro, un formato que llegó hace 20 años y que aún no ha salido de las librerías. En España, sin embargo, esta forma de disfrutar del libro nunca caló entre los lectores y tampoco la cadena editorial le dio muchas oportunidades.
El fácil acceso, la compra cómoda y el precio, claves en el éxito
Dos décadas después del audiolibro, los alemanes fueron también los primeros en ponerse las pilas a la hora de transformar la industria para impulsar el ebook. Con el impulso de unas editoriales en su mayoría subsidiarias de los sellos estadounidenses, en 2007 crearon Libreka! (www.libreka.de), una plataforma de venta y previsualización de libros electrónicos conformada por editores y libreros, que tiene un catálogo de 1.349.257 títulos, de los cuales pueden comprarse 71.434. Además de Libreka! hoy existen ya otras dos plataformas locales, Libri (libri.de) y Knv (knv.de), que han conseguido que el mercado digital alemán llegue a los 100.000 títulos.
Plataformas locales
"Ellos fueron capaces de crear un punto de venta, una tienda, con las herramientas necesarias para seducir al lector: un fácil acceso, un proceso de venta cómodo y un precio competitivo", apunta el experto en economía digital, Javier Celaya. En Alemania, los libros electrónicos cuestan entre ocho y diez euros (lo que supone para este mercado entre un 30% y un 40% menos del precio en papel), están en formato epub (no en pdf) y se pueden leer en todos los dispositivos.
A estas tiendas se ha sumado en los últimos dos meses Amazon.de con cerca de 25.000 títulos, de los cuales la mitad son en inglés. Al igual que en España y Francia, en Alemania también existe la ley del precio fijo. "No ha sido un problema. Ellos cumplen la ley, lo que pasa es que lanzan sus ofertas con los libros en inglés, ya que no son un producto alemán", afirma Celaya.
Nada que ver con la situación española. De hecho, en la Feria del Libro de Madrid no habrá ebooks. Como ya señaló Fernando Valverde, del Gremio de Libreros: "La feria es para palpar libros".

En el mercado alemán hay 100.000 títulos en formato ebook.


Fuente; elpublico.es

miércoles, 25 de mayo de 2011

La mayor librería



La Feria del Libro de Madrid, verdadero termómetro del sector editorial, encara su 70ª edición -que comienza el próximo viernes- con su habitual ambiente de celebración, aunque lastrada este año por los efectos de la crisis. Alemania es el país invitado.








Ilustración de Ana Juan

La Feria del Libro de Madrid -buque insignia de una flota de citas que, desde abril, toma las calles de las ciudades españolas- lleva décadas funcionando como termómetro del año editorial. Este curso, además, deberá tomar la temperatura a un enfermo al que han tardado en diagnosticarle la dolencia que padece: crisis. Llueva o no llueva, las casetas del Retiro abrirán el próximo viernes en medio de un temporal. Cuando cierren se sabrá si la deriva sigue o si el optimismo primaveral es algo más que papel mojado. Entretanto, los libros siguen llegando a las librerías a velocidad de crucero.



Cita 'ni ni'. La de Madrid es una feria ni ni. Ni profesional ni cultural. Ni se compran y venden derechos como en Fráncfort ni tiene una programación de eventos a la altura de la feria de Guadalajara (México). Nunca ha pretendido ser lo primero y nunca ha conseguido ser lo segundo. Es, estrictamente, una feria, en el viejo sentido de mercado al aire libre. Todo el mundo sabe que organizar un coloquio a puerta cerrada en el Retiro es, a pesar de la tregua que supone el aire acondicionado, arriesgarse a que haya más gente entre los oradores que entre los espectadores.
No está agotado. Hasta el 12 de junio la mayor librería de España estará en el parque del Retiro porque, a pesar de que la organizan los libreros, la personalidad de la feria madrileña reside en las editoriales. Su presencia garantiza una diversidad que incluye, por supuesto, las novedades, pero que pone al alcance del lector un fondo compuesto por títulos a los que con demasiada frecuencia se despacha en algunas tiendas con un "está agotado".
Minoría absoluta. Desde hace un lustro, una de las grandes tendencias del mercado español del libro es la proliferación de pequeñas editoriales. Levantadas a pulso por una o dos personas, suelen atreverse con apuestas que, por minoritarias, sus hermanas mayores consideran demasiado arriesgadas. Como, dada su juventud, el catálogo de muchos no alcanza el número de títulos necesario para acudir a la feria, los sellos pequeños tienden a agruparse. El ejemplo clásico es el grupo Contexto, pero este año una de las casetas más multitudinarias mostrador adentro será la que aloje a 10 editoriales de las cuatro esquinas de España: Alfabia, Ático, Barril & Barral, El Olivo Azul, Libros del Lince, Libros del Silencio, Principal, Nevsky Prospects, Sajalín y Xordica.
Hijos de la 'perestroika'. En la caseta de los 10 hay al menos dos editoriales -Sajalín y, sobre todo, Nevsky Prospects- volcadas en la literatura rusa. Más allá del siempre actual trío clásico -Tolstói, Dostoievski, Chéjov-, que no para de reeditarse, el éxito de Vasili Grossman ha conseguido demostrar que el viento del Este no dejó de soplar en el siglo XIX. Las ayudas a la traducción de varias fundaciones rusas y la audacia de algunos editores están haciendo, poco a poco, el resto. "Ya le tocaba a Rusia. Nosotros no paramos de publicar inéditos de autores contemporáneos consagrados allí y desconocidos aquí", dice Marian Womack, de Nevsky, que anuncia, además, la llegada de "los autores cuya infancia transcurrió en plena perestroika", jovencísimos cuando cayó la URSS. Algunos de ellos, integrantes de la llamada generación Debut -nombre de un prestigioso premio para jóvenes-, estarán en el Retiro el 31 de mayo presentando El segundo círculo (La otra orilla), una revolucionaria antología de narradores. Para alguno de ellos, como Gula Jirachev, el comunismo es cosa del pasado porque el presente vive, como dice el traductor Ricardo San Vicente, en la olla podrida del Cáucaso, "mezcla de corrupción, yihadismo, violencia y alegría de vivir, todo bien regado con el caldo postsoviético".
Se habla alemán. Rusos aparte -este es oficialmente el Año Rusia-España-, la presencia de un país invitado a la feria es una costumbre cuyo contenido a veces no llega siquiera a simbólico (Francia hace dos años) y otras es un ejemplo de dinamismo (los países nórdicos el pasado). Ahora toca Alemania, que desembarca en Madrid con pesos pesados del ensayo como Hans Magnus Enzensberger y Rüdiger Safranski. Además, desde que en 2009 ganara el Nobel, las editoriales españolas se han puesto al día con las novelas, poemarios y hasta libros de collages del último premio de habla alemana de la Academia Sueca, la impagable germano-rumana Herta Müller. Ella no viene. Por suerte, sus libros ya no dejan de llegar.
japonerías. Imposible de desbancar la literatura anglosajona del primer puesto de las traducciones más vendidas en España, el segundo hace tiempo que lo ocupa ese cajón de sastre que son las letras centroeuropeas: de la finis austriae al comunismo pasando por el nazismo en todas las lenguas del antiguo Imperio Austrohúngaro. Con todo, en los últimos años, los editores han puesto sus ojos en Japón hasta el punto de que es difícil encontrar un catálogo que no contenga algún escritor japonés. Más que el recientísimo efecto Fukushima se debe al largo efecto Murakami, del que ha empezado a publicarse su mítico 1Q84 (Tusquets). Al contrario que en el caso de Rusia, el presente tira del pasado. La actualidad nuclear, también. De ahí la oportunidad de la aparición de un libro como Flores de verano (Impedimenta), de Tamiki Hara, el pavoroso relato de una superviviente de Hiroshima.
La guerra es un 'best seller'. La guerra civil española, sus antecedentes y sus consecuencias siguen generando toneladas de papel y polémica. Seudohistoriadores aparte, entre los serios coinciden ahora la interpretación coral dirigida por Fernando del Rey sobre la intransigencia política en la Segunda República (Palabras como puños, en Tecnos) con la traducción sangrienta de esa intransigencia, estudiada por Paul Preston en El holocausto español (Debate). Entre tanto, Jorge M. Reverte viaja a la URSS con La División Azul (RBA), mientras tres novelistas coinciden escribiendo sobre el maquis: Almudena Grandes, Alicia Giménez Barlett y Raúl del Pozo. Continuará.
Todo a cien. Como en tiempos de tribulación conviene no hacer mudanza, los editores apuestan sobre seguro rescatando inéditos o poniendo cubierta nueva a sus viejos fondos. Como el mejor pretexto es un centenario, ahí está la segunda vida de los que este año hubiesen cumplido cien: de Álvaro Cunqueiro a Gabriel Celaya pasando por Juan Bernier o el recientemente fallecido Ernesto Sabato.
Primavera analógica. Mientras se defendían del enemigo pequeño -el libro electrónico- las librerías se han encontrado con el grande -la crisis-. Es cierto que el primero creció el año pasado un 50% según el Ministerio de Cultura, pero lo hizo representando apenas un 1% del mercado. La segunda, entre tanto, ha golpeado como nunca durante el primer trimestre. Para colmo, la confusión en torno a la fecha del Día del Libro no ha tenido el efecto curativo esperado fuera de Cataluña, donde se siguió celebrando el 23 de abril pese a caer en Sábado Santo. Finiquitado el mito del libro como refugio de ocio barato contra la recesión y con las compras institucionales bloqueadas por el endeudamiento de ayuntamientos y comunidades autónomas, "muchas librerías han sobrevivido reduciendo personal drásticamente", explica Michèle Chevallier, directora de la confederación de libreros (CEGAL). La crisis es tal que afecta incluso a los presupuestos destinados a los estudios que calculan la magnitud de la caída. Con todo, Chevallier insiste en que ahora son claves "la formación, la gestión y la visibilidad en Internet". De ahí la importancia, apunta, del nuevo buscador www.todotuslibros.com, que permite localizar en qué librería está un libro. Con la feria de Madrid, icono de todas las demás, "llega la primavera", añade. "La real y la simbólica. Este año más que nunca, todos los ojos están puestos en ella".



Fuente: Elpais.com Babelia