martes, 12 de abril de 2011

"El proceso de escritura debe incomodar y perturbar al autor"

Edmundo Paz Soldán. Escritor. El autor boliviano publica ‘Norte', una novela descarnada y violenta sobre la frontera entre México y EEUU con ecos de Cormac McCarthy y de la xenofobia de nuevo cuño contra los inmigrantes latinos Un asesino sin compasión que se mueve en la frontera entre México y EEUU teje Norte (Mondadori), la nueva novela del boliviano Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, 1967). Afincado desde 1988 en EEUU, el escritor ha creado tres personajes poderosos, el serial killer Jesús, un pintor mexicano con problemas mentales y una estudiante boliviana, para componer un fresco de la inmigración en un EEUU acomodado en el discurso xenófobo. Es una novela llena de violencia y sentimientos de desarraigo. ¿Son sensaciones extraídas de su propia experiencia? Ya escribí una novela sobre la identidad dividida de la inmigración, pero en un tono más amable y melancólico. Años después le dije a un amigo: "Si volviera a escribir esa novela, quizás la haría de una forma más desesperada". En Norte he vuelto al tema, pero de una forma más visceral. ¿Explica eso el lenguaje crudo de la historia? Lo del lenguaje violento no apareció en la primera versión sino después. Mi pareja, Viviana, que leyó una de las primeras versiones, me dijo que no describía la violencia, que mi asesino era culposo, melancólico y que si me ponía a escribir sobre un psicópata tenía que transmitirle al lector ese horror de encontrarse cara a cara con un asesino sin compasión ni empatía. Esa opinión fue fundamental. En las siguientes versiones me di cuenta de que yo era nuevo en ese territorio. ¿Le desasosegó escribir algo así? Sí. Me sentí incómodo. Pero hace tiempo que he aprendido que las cosas que te incomoda escribir tienen algo interesante. La escritura no debe ser una experiencia cómoda y tranquila. Te tiene que provocar, incomodar, perturbar. Usted dijo una vez: "Cuando algo te duele tienes que narrarlo". ¿Qué le dolía para escribir esta novela? Cuando el personaje del pintor, Martin, piensa en su lugar de origen tiene una gran confusión espacial y temporal. Yo también me identificaba con alguien que lleva 20 años en EEUU y, a ratos, siente que ha perdido su comunidad original de afectos y está en territorio hostil. Me dolía ver la vulnerabilidad de Martin y quería transmitir esa indefensión. ¿Qué pretendía al retratar tanta violencia? ¿Tuvo presente las novelas de McCarthy? Sí. Es lo que yo llamo la psicopatología de la violencia cotidiana en EEUU. Y sí, Cormac McCarthy estaba ahí. La novela dialoga con el Bolaño de 2666, pero para mí el McCarthy de No es país para viejos es fundamental. De hecho, el personaje del policía está modelado a partir del sheriff encarnado por Tommy Lee Jones en la película, que tiene la sensación de que ahora la violencia se le va de las manos. Y tiene razón porque ahora las armas son más potentes que antes. ¿Hay algún tipo de implicación política en esta novela? ¿Un intento por entender por qué EEUU es tan violento? Sabía que la novela jugaba con cosas muy ambiguas, ya que el detective rechaza ese discurso de demonización del inmigrante, pero a la vez, de forma individual, Jesús, el asesino, es la materialización de la pesadilla del norteamericano medio: el inmigrante que ha entrado a matar y violar. ¿Ha crecido ese miedo desde que usted llegó a EEUU en 1988? ¿Usted se siente ahora más inmigrante? Me siento más dentro que fuera de ese debate. Es decir, yo antes lo veía con la distancia del turista que trabaja en EEUU. Pero ahora lo veo como un problema que me toca. Y lo que sí ha cambiado en estos 20 años es que ese tipo de queja que podías encontrar en la calle, los prejuicios y estereotipos, ahora se han oficializado a través de un sector muy radical del Partido Republicano. ¿A qué atribuye esta radicalización del discurso? Por un lado, EEUU todavía no ha superado psicológicamente el 11-S. El país se ha replegado sobre sí mismo. Por el otro, creo que la inmigración latina de los últimos 20-30 años ha sido abrumadora. Pero EEUU, más temprano que tarde, va a tener que enfrentarse al hecho de que parte de su identidad es hispana. Por cierto, desde EEUU, ¿cómo observa lo que se escribe en Latinoamérica? Estamos en un buen momento. En las nuevas generaciones hay una preocupación por el lenguaje y una mirada a las historias mínimas. Yo lo veo como estimulante porque ha permitido descubrir qué es lo que puede hacer la literatura por sí misma y que quizá no pueden llegar a hacer ni el cine, ni tampoco internet.


Fuente: Elpublico.es